Amo a las gentes sencillas de este mundo,
Amo el trabajo de sus manos,
Amo sus miradas atemporales y la paz que reina en sus almas.
Al fragüero que forja una verja,
Al panadero que amasa vida,
Al pastor, los cascabeles de sus ovejas
Y la docilidad de su perro guardián.
Al pastelero y sus dulces tartas,
Al labriego que transforma las tierras,
A las curtidas manos de los pescadores,
Al chamán que entona un hipnótico canto
Y a los mineros del
altiplano de piel tostada.
Amo a la madre que calma el llanto de sus hijos,
Que les susurra una dulce nana,
A la tejedora de cuentos
En días de luna llena.
Amo al dedal y las
puntadas dadas
Por los cansados dedos de una anciana,
Amo al leñador y su afilada hacha.
Amo la blancura de los molinos
Y el lento girar de sus aspas,
Al fluir del agua en las acequias,
A los naranjos en flor
Y la sobriedad de una iglesia románica.
Amo el zumbido de las
abejas y su dulce miel,
Al cazador que reza junto a su presa,
Al fuego de una chimenea
Y el gemido de sus ascuas.
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