Bastoncillos de algodón
Cubiertos de tibia cera,
Un lápiz de labios,
libros abiertos en el jergón.
Respiro con cadencia,
Me alimento del anacronismo presente,
Me visto de púrpura y de finas sedas
En el cálido estío
Con espejos innobles
De mirada opaca y figuras borrosas.
Dios juega al Parchís con Platón,
Colócate en la casilla de salida.
Los psicólogos de la Gestalt juegan
Con los límites de la percepción.
¿Qué es la verdad?
¿Hay un ojo que todo lo ve?
¿Es el sol el más sabio de los astros
O lo es la cara oculta de la luna?
Me sedujeron religiones nihilistas,
Me sedujo la uniformidad y el orden de las leyes,
Pero camino sobre lava ardiente,
Sobre un mar de magma,
Sobre una bola de
fuego solitaria
En la línea del espacio-tiempo.
Acaso el hombre es la medida de todas las cosas,
Acaso la ciencia cura la soledad,
Acaso las bacterias no encontraron
También el amor en una oscura ciénaga.
Una fiebre materialista
Inunda los profundos valles de la razón,
Dios es todo decía Spinoza,
Solo existe un ser en el infinito;
En los átomos de tus voluptuosos senos,
En las grisáceas calizas del sistema ibérico,
En el vapor que vomita el Orient Express,
En el señorío y real porte de los nogales,
En las cataratas del Iguazú,
En el lento paso de los camellos
O en los barcos que cruzan el estrecho del Bósforo.
Soy real y tangible,
Vivo milésimas de segundo,
El resto son vagos recuerdos
De edificios ruinosos.
Deja el arte de la adivinación
Y las cartas astrales,
Pues tan solo hay instante,
Escucha el canto de los jilgueros,
Escucha la eternidad de su dulce melodía,
Todo cambia y todo gira
Todo es etéreo y fugaz
Mas tan solo es una mera ilusión.
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