En suma, sin la locura no hay relación humana posible y
mucho menos sólida y agradable; sin mí el pueblo no soportaría al príncipe, ni
el siervo a su señor, ni la sirviente a su dueña, ni el discípulo a su
preceptor, ni el amigo al amigo, ni el marido a la mujer, ni el alojado al
huésped, ni el compañero al compañero, ni el convidado al anfitrión se
sufrirían; es necesario que todos se engañen, se adulen, se soporten con
exquisita prudencia y se unten recíprocamente con la miel de la sandez.
Decidme: ¿Puede amar a alguien aquel que se odia a sí mismo? ¿ Es posible estar de acuerdo con los demás cuando no se está de acuerdo consigo mismo? ¿Puede divertir a los demás el que está desesperado por el tedio? Nadie podrá contestar afirmativamente, si no es más sandio que la propia sandez. Y bien, si a mí (la locura) se me expulsara de entre vosotros, no sólo no podríais soportar a los demás, sino renegaríais de vosotros mismos, sentiríais asco y odio.
Decidme: ¿Puede amar a alguien aquel que se odia a sí mismo? ¿ Es posible estar de acuerdo con los demás cuando no se está de acuerdo consigo mismo? ¿Puede divertir a los demás el que está desesperado por el tedio? Nadie podrá contestar afirmativamente, si no es más sandio que la propia sandez. Y bien, si a mí (la locura) se me expulsara de entre vosotros, no sólo no podríais soportar a los demás, sino renegaríais de vosotros mismos, sentiríais asco y odio.
Erasmo de Rotterdam, Elogio a la locura.
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