Un fantasma se cierne sobre Europa: el fantasma del
radicalismo.
La Europa unida se desquebraja lentamente ante los cantos de
sirena de los nacionalismos decimonónicos, la desigualdad entre Norte y Sur, el hermetismo y
estancamiento económico en la está envuelta, la fragilidad de sus decadentes
democracias, la deshumanización de sus sistemas de educación, el envejecimiento
de la población o los continuos fracasos en materia de inmigración e
integración; un espectro recorre Europa, sigiloso, a pasos cortos pero firmes,
el espectro de la segregación, y del odio, vuelven a sonar los tambores de
guerras intestinas, de masas enfurecidas, de racismo y persecución.
La sociedad del bienestar está en peligro de extinción, los
derechos de los ciudadanos retroceden como la arena de la playa ante el
constante vaivén de nuevos temporales y tormentas. Que felices aquellos tiempos
donde los cerdos comían billetes en sus cochiqueras, donde todo iba bien, donde
la realidad era un sueño, donde hasta el más tonto hacía un reloj con la mano
izquierda. Ahora nos hablan de deberes, a los hijos del dinero fácil, de los
placeres volátiles, de los deseos
insaciables, a los hijos burgueses de la clase obrera.
Nos educaron en la seguridad material, en la abundancia,
lejos de los cultivos del alma, lejos del verdadero saber, individualistas y
ajenos a la responsabilidad del crecimiento y grandeza del estado. No hay nada
más bello que una sociedad libre, que rema unida hacia un mismo fin, la
felicidad y el desarrollo íntegro de sus ciudadanos.
Los gobiernos pueden cambiar de nombre, de sistema político,
de representantes, pero siempre estarán
rodeados de esa nube de azufre llamada
poder; rodeados de la adulación, la autocomplacencia, alejados de los intereses
generales, y tentados por la tiranía, por la impunidad, por el libre albedrío,
alejados de la justicia. El dinero, el requeté jodido parné, su ostentosidad,
su mágico hechizo, la dulce miel de los moscardones, la sangre de los vampiros,
el fin para los pobres, la seguridad para los ricos de que nada cambie, de que
todo siga igual.
Me pregunto si representamos a nuestros políticos o nosotros
a ellos, si fue antes el huevo o la gallina, empero es evidente que todo esfuerzo
será en vano sin profundas reformas en nuestra educación. Mientras impere el
miedo, la ignorancia, mientras no nos quitemos la venda que produce nuestra
ceguera la historia seguirá repitiéndose; la historia quedará regida por el caprichoso
azar, por la sucesión de formas e imágenes ya conocidas, por la mentira, por
los discursos fáciles, por valores falsos y castillos inalcanzables.
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