Luego el arte del sofista no es otra cosa que el arte de
ganar dinero por la discusión, y forma parte del arte de
disputar, del arte de controvertir, del arte de luchar, del
arte de combatir, y por consiguiente del arte de adquirir.
V. Ya se ve en claro que el sofista es, como suele decirse,
un animal vario y que no se deja prender con una
sola mano. Pero ahora vamos a verlo más en claro aún,
porque he aquí un nuevo rastro para seguirle.
Hay un arte de distinguir, al que se refieren una multitud
de operaciones, tales como acechar, acribar, entresacar,
etc.
En el arte de distinguir, es preciso considerar la
operación,
que separa lo semejante de lo semejante, y la que
separa lo mejor de lo peor, para guardar lo primero y
desechar lo segundo; es la purificación.
En la purificación, la que concierne a los cuerpos, ya
animados, como la gimnasia, ya inanimados, como el
lavado; y la que concierne al alma.
Purificar el alma es desterrar de ella la maldad. Pero
hay dos clases de maldades, la del vicio y la de la
ignorancia.
La purificación del alma comprende por lo tanto
la justicia y la enseñanza.
En la enseñanza, es preciso distinguir la que se refiere
a los oficios mecánicos, y la educación, cuyo objeto
es desterrar el género de ignorancia, llamado necedad,
la cual consiste en imaginarse que se sabe lo que no se
sabe.
En la educación, la reprensión, que tan pronto se verifica
con severidad, como con dulzura; y la refutación que
vuelve a la modestia a los que creen saber y no saben,
obligándoles a ponerse en contradicción consigo
mismos.
Este método de refutación se parece mucho a la sofística,
pero a la sofística de noble raza. De suerte, que el
arte del sofista es el arte de discernir, el arte de
de purificar el alma; es la enseñanza, es la educación
, es la refutación, que confunde la vanidad de la falsa
ciencia.
VI. Tenemos, pues, que el sofista se nos presenta
sucesivamente
como un cazador de jóvenes ricos; como un
comerciante, negociando las cosas del alma, los
conocimientos
relativos á la virtud; como un fabricante de estos
mismos objetos; como una especie de atleta de la palabra,
que tiene por oficio el disputar y discutir; en fin, como
un purificador del alma mediante la refutación. Si todos
estos nombres le convienen, es preciso decir, sin
embargo, que ante todo y esencialmente es un disputador.
Bajo este punto de vista vamos s examinarlo.
El sofista no se limita a discutir; enseña a los demás á
discutir como él, y sobre todas las cosas. Cualquiera
creerá que posee la ciencia universal, pero su ciencia no
es más que aparente; en lugar de la verdad sólo presenta
imágenes de ella, y el arte que ejerce pertenece al gran
arte de la imitación.
DIÁLOGOS DE PLATÓN.