La luz de sol se agotó hace escasos minutos, entre el
ondulante reflejo de los faros y la plataforma petrolífera navega un pequeño
barco de mercancías; la primavera llega a Almería, quizás nunca se fue, el
viento fumó la pipa de la paz tras días de agudos silbidos. A la lejanía se
atisba una serpiente roja con lunares verdes, la vida está en la calle, y
transpira sudor en el paseo con la cadencia de auriculares y expiraciones
intensas.
En el otro mundo miles de post, de noticias falsas y de
opiniones sin contrastar y aleatorias. La era de la sobre-desinformación está
totalmente implantada en nuestros circuitos eléctricos; comentamos imágenes mientras
el mar baila un vals con la luna, eso sí, las sonrisas nunca faltan ni sobran,
tampoco el narcisismo y la adulación. Sí todos hemos pecado alguna vez y hemos
querido encontrar comprensión y estima en un emoticono. Y todo fluye con
rapidez, con simples clics, sin paladear una foto, un cuadro, un poema, un
artículo o una simple frase. Ya nada tiene valor, o eso parece, internet ha ahogado al papel, ha enterrado la
sorpresa, el olor de los periódicos y los debates de besugos. Con un chas la
solución a todo. Sin esfuerzos.
La decadencia se define según la RAE como la acción y el
efecto de decaer. De estos temas hablaba el gran filósofo y ensayista José
Ortega y Gasset. Hablaba de la rebelión de las masas, que lo llenan todo y lo
consumen sin ningún sentido, sin ningún alto objetivo ni compromiso con el
progreso; para él las élites o aristocracia no son los poderosos ni los más
ricos sino aquellos hombres y mujeres de cultura abundante que saben de su
responsabilidad para con el estado y el bienestar común de la ciudadanía. Digo
esto todo esto porque aprecio que estamos próximos a la llamada “Altura de los
tiempos” no sólo por la incertidumbre económica ni por la enfermedad crónica
que padece el capitalismo, sino por las miradas vacías que encuentro en las
plazas, el automatismo o el insaciable deseo por poseer. El sistema escupe gente
a la calle, en la calle no hay sueños e ideales; se alzan banderas muertas,
Epicuro se retuerce en otra dimensión o quizás ha sufrido la tortura de una
reencarnación forzosa. Sin embargo intento no entrar en el bucle del
apocalipsis y disiento del –tiempos pasados fueron mejores-, en todas las
épocas hubo que derribar puertas macizas y leyes morales inmutables. Sí, en mi
opinión la ética está en horas bajas, y hay más oscuridad y ceguera de lo que
creemos, mas no podrán hundir la curiosidad de las islas, a los niños
filósofos, a los poetas malditos y a los amantes de la belleza y la vida.
Siempre habrá desigualdad e injusticia, siempre habrá clases, tablas de ajedrez
y juegos de cartas; aun así tengo esperanza y deseo que se rompan los ciclos
del poder (democracia-Tiranía-democracia), deseo que nos conozcamos más a
nosotros mismos y a los que nos rodean. Quizás la realidad virtual y la
neurociencia nos lleven a mundos en los que podamos sentir en nuestros cuerpos
la pobreza, la venganza, el hambre y toda la mierda que nos rodea y nos
convirtamos en un ser colectivo y cooperativo. Un ser empático, realmente
humano; esto no es más que un sueño, creo que el tiempo nunca fue lineal y
desde Solón hasta ahora se han repetido los mismos errores. Estoy cansado de tanto miedo. El lobo más
feroz y peligroso está dentro de nosotros mismos.
Todos los derechos están reservados ©. Diego Torres 2016.
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