miércoles, 16 de marzo de 2016

De semáforos y amaneceres

La luz de sol se agotó hace escasos minutos, entre el ondulante reflejo de los faros y la plataforma petrolífera navega un pequeño barco de mercancías; la primavera llega a Almería, quizás nunca se fue, el viento fumó la pipa de la paz tras días de agudos silbidos. A la lejanía se atisba una serpiente roja con lunares verdes, la vida está en la calle, y transpira sudor en el paseo con la cadencia de auriculares y expiraciones intensas.

En el otro mundo miles de post, de noticias falsas y de opiniones sin contrastar y aleatorias. La era de la sobre-desinformación está totalmente implantada en nuestros circuitos eléctricos; comentamos imágenes mientras el mar baila un vals con la luna, eso sí, las sonrisas nunca faltan ni sobran, tampoco el narcisismo y la adulación. Sí todos hemos pecado alguna vez y hemos querido encontrar comprensión y estima en un emoticono. Y todo fluye con rapidez, con simples clics, sin paladear una foto, un cuadro, un poema, un artículo o una simple frase. Ya nada tiene valor, o eso parece,  internet ha ahogado al papel, ha enterrado la sorpresa, el olor de los periódicos y los debates de besugos. Con un chas la solución a todo. Sin esfuerzos.

La decadencia se define según la RAE como la acción y el efecto de decaer. De estos temas hablaba el gran filósofo y ensayista José Ortega y Gasset. Hablaba de la rebelión de las masas, que lo llenan todo y lo consumen sin ningún sentido, sin ningún alto objetivo ni compromiso con el progreso; para él las élites o aristocracia no son los poderosos ni los más ricos sino aquellos hombres y mujeres de cultura abundante que saben de su responsabilidad para con el estado y el bienestar común de la ciudadanía. Digo esto todo esto porque aprecio que estamos próximos a la llamada “Altura de los tiempos” no sólo por la incertidumbre económica ni por la enfermedad crónica que padece el capitalismo, sino por las miradas vacías que encuentro en las plazas, el automatismo o el insaciable deseo por poseer. El sistema escupe gente a la calle, en la calle no hay sueños e ideales; se alzan banderas muertas, Epicuro se retuerce en otra dimensión o quizás ha sufrido la tortura de una reencarnación forzosa. Sin embargo intento no entrar en el bucle del apocalipsis y disiento del –tiempos pasados fueron mejores-, en todas las épocas hubo que derribar puertas macizas y leyes morales inmutables. Sí, en mi opinión la ética está en horas bajas, y hay más oscuridad y ceguera de lo que creemos, mas no podrán hundir la curiosidad de las islas, a los niños filósofos, a los poetas malditos y a los amantes de la belleza y la vida. Siempre habrá desigualdad e injusticia, siempre habrá clases, tablas de ajedrez y juegos de cartas; aun así tengo esperanza y deseo que se rompan los ciclos del poder (democracia-Tiranía-democracia), deseo que nos conozcamos más a nosotros mismos y a los que nos rodean. Quizás la realidad virtual y la neurociencia nos lleven a mundos en los que podamos sentir en nuestros cuerpos la pobreza, la venganza, el hambre y toda la mierda que nos rodea y nos convirtamos en un ser colectivo y cooperativo. Un ser empático, realmente humano; esto no es más que un sueño, creo que el tiempo nunca fue lineal y desde Solón hasta ahora se han repetido los mismos errores.  Estoy cansado de tanto miedo. El lobo más feroz y peligroso está dentro de nosotros mismos.


Todos los derechos están reservados ©. Diego Torres 2016.

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