No puedo ocultar mi tremenda admiración y a la vez repulsa a
la figura de uno de los mayores genocidas que ha contemplado la historia. Me
refiero a Adolf Hitler, padre del nazismo alemán, el gran orador por
excelencia, figura controvertida y desconocida por igual. He de reconocer que
la lectura de su obra Mein Kampf ha arrojado un halo de luz más amplio de la
historia europea y universal, en mi continua búsqueda del saber. No sé si
hablamos de un iluminado, de un loco, de un visionario, por lo tanto no
enfocaré mis esfuerzos en la definición del personaje, mas centraré mi artículo
en la exposición de sus ideas y similitudes con otro gran movimiento populista
y antidemocrático, el comunismo. No admite duda, que condeno sin titubeos sus
actos y el reguero de sangre, dolor y sufrimiento que generó en el reciente
pasado, empero olvidamos que hubo otros grandes políticos, gobernantes e
imperios que produjeron daños irreparables, tales como: José Stalin, HiroHito,
el colonialismo europeo y en menor medida el imperialismo yanqui, entre otros
muchos. El mundo está lleno de lobos sedientos de sangre, el débil siempre ha
padecido la cruda represión del más fuerte, un claro ejemplo es el estado
actual del pueblo Palestino.
Hitler describió con absoluta minuciosidad los males
endémicos de los estados liberales y apoyado en un nacionalismo alemán exacerbado,
la diferenciación de las razas, idea que jamás nació de él sino del movimiento
chovinista del siglo XIX, y un odio irracional al pueblo judío, sentó las bases
del partido nacional socialista. El contexto social de Alemania tras la Gran
guerra era desolador, económicamente endeudada y sujeta a estrictas condiciones
impuestas por los vencedores en el Tratado de Versalles y una masa proletaria
explotada y sujeta a hambrunas; abrían un amplio abanico de posibilidades a
fuerzas políticas radicales.
En estos momentos
cabe preguntarse, qué analogías
hay entre el nazismo y el comunismo, cuán peligroso es su poder de persuasión y
seducción y los momentos en qué su aparición es probable. Ambas se basan en la
firme convicción del fin de la desigualdad y homogeneidad de las clases
sociales, en un férreo adoctrinamiento de la juventud en pos del colectivo y de
la patria o la eliminación de la prensa libre y el derecho de asociación. El
resto de ideologías son enemigas y por tanto perseguidas, el arte, la literatura
y el cine controlados y moldeados por el régimen; la individualidad es
erradicada con todas las fuerzas al alcance de sus manos, el militarismo cobra
una tremenda importancia y la ciencia usada con oscuros fines.
¿Cómo pueden llegar entonces a gobernar semejantes
monstruos? Sin duda, nada tendrían que hacer sin el apoyo del pueblo. La propaganda,
el gran uso de la retórica y conocimiento sociológico del pueblo alemán y sus
necesidades alzaron a Hitler al poder. La república de Weimar no logró levantar
a un país arruinado, acomplejado, hundido en la miseria, tras la I Guerra
Mundial, además acaeció una grave crisis económica, el Crack del 29. El germen
del odio ya estaba sembrado y no solo afectó a Alemania sino a infinidad de
países Europeos; la pobreza, la creciente desigualdad entre los diferentes
sectores de la población, la decadencia de las democracias occidentales o de las
ruinosas monarquías europeas, la corrupción y el blindaje jurídico de sus
políticos, la represión religiosa y/o la pérdida de valores, son algunas de las
causas del susodicho germen.
En la actualidad se están dando situaciones parecidas y
aunque pueda parecer presuntuoso por mi parte, tengo la certidumbre de que nos
encontramos en un momento crucial de nuestra historia. No voy a gastar más
palabras en describir las ineficiencias de nuestros políticos y con qué poca
ética manejan sus vidas y las ajenas, creo que ya lo he dejado bastante claro
en mis anteriores artículos la opinión que de ellos tengo, pero la impotencia y
el desamparo que están generando abren las puertas a la barbarie.
Siempre he dicho que la democracia es la menos mala de las
formas de gobierno y sostengo que sin el auxilio del pueblo está abocada al
fracaso. De nosotros depende seguir el rumbo del fanatismo, el proselitismo y
la inquina o el rumbo del progreso y el
humanismo. Abrid los ojos domadores de serpientes, mentirosos compulsivos,
maestros de la retórica fácil, pues sois los responsables de la posible debacle
de vuestro sustento y forma vida, sois los responsables del posible final de la
sociedad del bienestar y de libertades.
Os dirijo mi más absoluto desprecio. Vuestra inoperancia y
falta de visión pone en riesgo a toda
una futura generación de jóvenes. No me extraña en absoluto el desconcierto que
impera en esta sociedad vacía y desvalida, de esta ciénaga acabarán
pescando populistas sin escrúpulos, enajenados, de la calaña de Adolfo Hitler.
No hay comentarios:
Publicar un comentario